CUENTO
Hace unos años, un niño
llamado Agustín vivía en un pueblo cercano a un bosque muy grande, frondoso y
con altísimos árboles.
La mejor amiga de Agustín se
llamaba Amy y también vivía en el pueblo. Solían ir al bosque cada tarde al
finalizar los deberes. Allí se tumbaban en la hierba, buscaban insectos o iban
a una casita de madera que les habían hecho sus abuelos.
El bosque era un lugar abrupto
lleno de árboles de troncos gruesos, como hayas, alcornoques, pinos… Un
riachuelo dividía el bosque en dos, y al lado, en un claro, se encontraba la
cabaña. Allí se podía acampar, pasear o relajarse escuchando el canto de los
pájaros. Pero la parte más profunda del bosque era un sitio sombrío, lleno de
zarzas, donde los árboles imitaban figuras extrañas. En esta zona nadie solía
pasear, porque estaba habitada por los animales más salvajes o tímidos, como
lobos, zorros o ciervos.
Un día fueron a coger moras
silvestres para hacer una tarta. Cuando estaban recolectándolas, oyeron unos
gemidos y vieron que unos matorrales se agitaban.
Se acercaron con precaución y
hallaron a un lobo que tenía atrapada
una pata en un cepo.
El lobo tenía el pelaje gris
con algunas manchas blancas en el lomo. En sus ojos pardos se veían reflejados
la tristeza y el dolor que le causaba el cepo que le sujetaba la pata. Parecía
un lobo manso, aunque sus grandes fauces intimidaban un poco. Estaba alerta a
todo lo que le pudiera acechar y parecía fuerte y gran cazador.
Amy miró a Agustín
asustada y exclamó:
-¡Agustín, qué miedo, un
lobo! ¡Vámonos!
- Pero míralo,
pobrecito… ¡Vamos a sacarle de ahí!-dijo Agustín preocupado mientras se
acercaba un poco.
-¡Cuidado, no te
acerques! Te puede hacer daño.
- Anda, Amy, si en sus
ojos se ve que tiene hambre y pena. No parece peligroso.
-Mmm…vale- cedió por fin
Amy.
-¿Cómo podemos
ayudarle?- murmuró Agustín pensativo.- ¡Ya lo tengo! ¡Corre, Amy, busca un palo
grueso mientras yo me quedo con él!
- ¿Este te vale?-
preguntó dudosa la niña.
-¡Perfecto!
Agustín hizo palanca con la
rama y consiguió liberarlo.
Le dieron agua, le vendaron
la herida y se marcharon; pero el lobo les siguió.
Se hicieron amigos y todos
los días lo visitaban.
Cuando dieron las vacaciones
de verano quisieron pasar un día completo en el bosque jugando con su amigo el
lobo, al que habían bautizado como Puchi.
Cuando ya se habían adentrado
bastante, observaron que el cielo se teñía de un extraño color plomizo a la vez
que se levantaba un fuerte vendaval. Poco a poco el viento fue arreciando hasta
que se convirtió en un gigantesco tornado.
Los niños se asustaron
muchísimo y salieron corriendo como alma que lleva el diablo.
Intentaron refugiarse en la
casa de madera, pero demasiado tarde comprendieron que no había sido muy buena
idea. La casa empezó a tambalearse y amenazaba con desplomarse sobre los niños.
Todo estaba oscuro a su alrededor y
ellos estaban muertos de miedo.
Pero de repente todo cambió:
Puchi apareció de la nada y sostuvo la pared con su lomo haciendo de pilar.
Agustín y Amy salieron de la
casa y empezaron a correr hacia el pueblo. Su amigo el lobo se quedó atrapado y
murió en el acto. Los niños lloraban mientras corrían, aunque sabían que eran
muy afortunados al haber salido del apuro con vida. Puchi había pagado con su
vida la deuda que tenía con ellos.
Y colorín colorado esta
historia se ha acabado.
Está muy bien el cuento
ResponderEliminarlo tendriais que publicar
ResponderEliminar